Moisés y Aarón: la música de Schönberg, estupenda.
Los cantantes, muy bien. El coro, muy bien. La orquesta, muy bien.
El director, los bailarines, los submarinistas... Exacto, muy bien.
Sí, sí, submarinistas. Y un toro. Y una damisela con atuendo (o no atuendo) de los de pasar frío. Escándalo, escándalo, escándalo...
Desde el público aplaudimos con ganas. Bueno, quizá se manifestó cierta división de opiniones cuando iba a empezar el segundo acto.
Una radio desde las últimas filas rompió el silencio para informarnos de que el Atleti hacía progresar el balón por la banda derecha.
Hubo quien abogó por unas cuantas antorchas para localizar al amante de las emociones deportivas y echarlo a la pileta.
Por lo demás, gran éxito en el Teatro Real.