Valoración: ✮✮✮✩✩
Comentario personal: De desarrollo demasiado aséptico.
Música: La noche de los generales, de Maurice Jarre ♪♪♪
Todo comienza en la escena de un crimen: año 1942, Varsovia está ocupada por los nazis y una mujer es asesinada en su apartamento.
El comisario local Liesowski debería ocuparse del caso, pero es el comandante Grau, del servicio de contraespionaje de la Wehrmacht, quien toma el mando de las pesquisas.
Porque un testigo ha atisbado algo a través de una rendija: unos pantalones bajando la escalera.
Una tela con las bandas típicas del uniforme de un general alemán.
Solo tres personas con tal graduación carecen de coartada: el petulante von Seydlitz-Gabler, el manipulador Kahlenberg y Tanz, símbolo del héroe germánico.
Aunque Grau no lo tendrá fácil en su labor detectivesca. Ascendido a teniente coronel cuando quizá ya se acerca demasiado, su traslado a París hace imposible la resolución.
Es en Francia, ya en 1944, donde un nuevo asesinato, con las mismas características, reúne a los antiguos actores. Y a varios más: Prévert, de la Sureté, el cabo Hartmann, Guillermina von Seydlitz-Gabler, su hija Ulrica, Raymonde…
Luego se lo explicaré, monsieur Prévert —contestó Grau, y retiró el plato con los restos de langosta; tenía el aspecto de un gladiador que ve acercarse a su enemigo a través de una espesa niebla—. De momento, solo le diré que este caso es sumamente importante. El sujeto que ha cometido ese homicidio ya se me escapó una vez de las manos. Pero de esta sí que no escapa.
Las tropas aliadas avanzan con rapidez, y hay en marcha un complot de oficiales para acabar con Hitler. ¿Saldrá a la luz por fin, en tiempos tan convulsos, el nombre del culpable?
A pesar de lo que pueda sugerir la sinopsis, me parece que la trama de Hans Hellmut Kirst ha envejecido regular. La noche de los generales no termina de engancharme.
La caracterización de los personajes constituye su baza más destacada: cada pieza del puzle que encarnan cumple un papel. Kirst traza las personalidades de forma interesante.
Pero el desarrollo global me resulta demasiado «aséptico», sin verdadero suspense. ¿No se desvela el asesino demasiado pronto? ¿Y resulta la conclusión realista?
No sé, no sé…
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