miércoles, 30 de enero de 2019

El hombre anumérico

Clave de lectura: Hay que saber matemáticas, por la cuenta que nos trae.
Valoración: Sí, pero... ✮✮✮✩✩
Música: El arte de la fuga (Contrapunto XIV), de J.S. Bach ♪♪♪
Portada del libro El hombre anumérico, de John Allen Paulos.

Nueva lectura que va a parar al grupo de las de «no lo tengo muy claro», las que reparten alegrías y tristezas por igual.

Y eso que en gran parte cumple su objetivo, lo reconozco. El hombre anumérico, de John Allen Paulos, alerta con convicción de las consecuencias de vivir de espaldas a las matemáticas.

Suena a tópico, pero a menudo, para justificar una actitud escapista, decimos que somos «de ciencias» o «de letras». Como si entender el grado de fiabilidad de una encuesta tuviera que ser virtud de los primeros y escribir sin faltas de ortografía de los segundos.

Paulos ilustra con casos prácticos el rechazo popular a los números, el anumerismo, en un mundo que, por el contrario, rebosa de sus aplicaciones.

Nuestra dejadez podría impedirnos discernir que, aunque un suceso A esté correlacionado con otro B, no significa que A sea la causa de B.

O que tomar una decisión A, porque de alguna forma nos la presenten con ropajes más atractivos, puede perjudicarnos probabilísticamente en comparación con la B.

O que, en la tesitura de elegir entre las candidaturas de A, B y C, según se ordenen las preferencias al votar, podría resultar vencedora… la menos deseada.

En este sentido, como decía, el autor se muestra convincente. La ignorancia matemática voluntaria, aun en personas de formación académica avanzada, nos hace más manipulables. Hay que intentar perder el miedo.

Supongamos que haya un análisis para detectar el cáncer con una fiabilidad del 98 por ciento; es decir, si uno tiene cáncer el análisis dará positivo el 98 por ciento de las veces y, si no lo tiene, dará negativo el 98 por ciento de las veces. Supongamos además que el 0,5 por ciento de la población —una de cada doscientas personas— padece verdaderamente cáncer. Imaginemos que uno se ha sometido al análisis y que su médico le informa con tono pesimista que ha dado positivo. ¿Hasta qué punto ha de deprimirse esa persona? Lo sorprendente del caso es que dicho paciente ha de mantenerse prudentemente optimista. El porqué de ese optimismo lo encontraremos al determinar la probabilidad condicional de que uno tenga un cáncer sabiendo que el análisis ha dado positivo [¡aproximadamente el 20 por ciento!].

El problema por el que me resisto a darle buena nota es que, ejemplo tras ejemplo tras ejemplo dando vueltas sobre los mismos temas, el libro llega a resultar… En una palabra: pesado.

Exceso de argumentación, qué paradoja. El demonio del aburrimiento sonríe al acecho. Cosquilleo de tentaciones para avanzar entre sus páginas «en diagonal».

Pero a mí ni caso, ¿eh? Ojalá continúe siendo el superventas que se publicita y su éxito aproveche a los lectores.


jueves, 24 de enero de 2019

El paseo

Clave de lectura: Es todo tan abstracto, que...
Valoración: Paso palabra ✮✮✩✩✩
Música: Nouvelles Aventures, de György Ligeti ♪♪♪
Portada del libro El paseo, de Attila Bartis.

El segundo libro del año me deja igual de dubitativo que el primero. Dos de dos y ambos húngaros, también es casualidad.

La protagonista y narradora de El paseo nace en un país en posguerra. Su presentación incluye algunas «trastadas», que, por ejemplo, los amantes de los gatitos preferirían no leer.

Tras fallecer el abuelo con quien reside, antes famoso bailarín, la llevan a un orfanato de monjas. Aunque lo que parece la revolución húngara del 56 vuelve a trastocar violentamente su destino.

Un balneario sui géneris, en compañía de su tío abuelo fotógrafo y otros personajes pintorescos, se convierte ahora en su lugar de acogida, donde se va haciendo mayor.

Todo en un mundo entre onírico y absurdo. Atisbo que quizá sea esa la intención de fondo del autor, Attila Bartis, transmitirnos la falta de unas metas existenciales definidas tras sobrevivir a los desastres del siglo XX.

En sus alrededores se expandía un olor a cadáver y hasta en lontananza se percibía el rumor de sus aguas milagreras, y cuando de repente el lago dejó de apestar todos lo lamentaron. «Desgraciadamente el olfato de la humanidad está todavía por desarrollar, su alcance aún es muy limitado. Pero confiemos en la recuperación de ese característico hedor», escribían los periódicos.

Por desgracia, la misma falta de metas lastra el conjunto. O yo, en mi despiste, no centro hacia dónde se desarrolla la historia. Me pierdo entre sus brumas.

A ver qué tal se da el siguiente.


miércoles, 16 de enero de 2019

Escuela nocturna

Clave de lectura: Todavía no la he encontrado.
Valoración: Tampoco sé qué decir ✮✮✩✩✩
Música: Sextet, de Steve Reich ♪♪♪
Portada del libro Escuela nocturna, de Zsófia Bán.

La primera lectura de la temporada y no sé qué opinar. Cortocircuito cognitivo. Empezamos bien...

Intentaré esforzarme: en su aspecto formal, los ¿relatos? de Escuela nocturna descansan en bloques de asignaturas: Inglés-Tareas del hogar, Geografía Humana Nacional-Naturaleza, Física-Biología, etc.

Sin embargo, estas denominaciones constituyen un motivo genérico más que una base temática.

Y es que dicha base brilla por su ausencia. O, al menos, Zsófia Bán despliega una inventiva surrealista tan, tan personal, que no llego a interpretarla.

Es decir, entiendo el exterior de las palabras, su literalidad, pero igual que si fuera una retahíla sin demasiado (o ningún) sentido.

Se puede morder el aire de tan puro que es. Se puede morder a Yoli. Es indispensable mencionar la presencia del pinus nigra en la cumbres solitarias (¿qué es lo que llama la atención de un director de la maderera?), así como la visión de la, tan extendida, syringa vulgaris, o sea, la lila vulgar. Una lila nunca es vulgar. Yoli tampoco no es vulgar. Yo, por mi parte, lo digo: yo era un verdadero Hércules.

Tampoco se debe a la traducción del húngaro, a la que incluso impondría una medalla al mérito. Simplemente concluyo que es un libro demasiado «raro» para mí.

Me quedo en el limbo.


jueves, 10 de enero de 2019

Feeling Good

¿Cómo inauguramos este nuevo año? Veamos...

Mejor dicho, escuchemos: Joan Chamorro y Andrea Motis interpretan Feeling Good.