Es el músico más exitoso del mundo. Se lo rifan en cualquier escenario. Hasta que, de repente, dice que lo deja.
Ha cumplido los treinta y siete y se jubila. Mandó a la italiana a Argel, al turco a Italia, al barbero a Sevilla e incluso se puso en camino para viajar hasta Reims.
Bastantes kilómetros lleva en el cuerpo, ¿no?
Los treinta y nueve que le quedan los va a pasar yendo del fogón a la mesa, a ver qué se le ocurre para aliñar solomillos y canelones.
Ah, pero, en algún que otro momento, si se levanta de buen humor, todavía se sienta al piano y compone sus cositas. «Pecados de vejez».
Dúo de gatos: Rossini desatado.