Sube al vagón y se sienta a mi lado. Abre la tartera y empieza a comerlas, al principio deprisa, casi con ansia. Luego más lentamente, como si su sabor le susurrase algo al oído.
Moras. Negras, maduras, dulces. Ecos de mis veranos infantiles en Pimiango. La misma avidez al cogerlas de los zarzales, la misma calma después.
Veo el camino que abandona las últimas casas, bordeando las cercas de piedra, los campos de maíz, los prados de manzanilla. Veo las moras que brotan silvestres en las lindes.
Ya estoy cerca del acantilado. Enfrente de mis ojos, el mar. Más allá, la torre del faro. A mi espalda, en el horizonte, se dan la mano las cimas de las montañas.
Si continúo caminando llegaré hasta la vieja ermita, junto a la cueva con dibujos en las paredes: peces, ciervos, búfalos, caballos, un mamut con su nítido corazón...
Y cruzando el bosque, junto a los regatos, las ruinas de arcos medievales se alzan como si fueran sillares de un castillo donde poner a prueba mi espada de madera, la que me ha tallado el abuelo.
He llegado ya a mi estación, me levanto para salir. Miro a la desconocida. Las moras descansan aún en su regazo y sonríe levemente, con los ojos entrecerrados. ¿En qué piensa?
Me gustaría llevar en este momento una cámara mágica. Una que pudiera sacar una imagen de nuestro interior.
10 comentarios:
Moras, maduras, negras, dulces...me llevaste a la infancia de mis hijos...a sus caritas entintadas, a sus sonrisas sabrosas y a ese silencio propio de la travesura.
Los estoy viendo Mannelig, aun siguen siendo tan hermosos.
Abrazo!
Le traen a usted los mismos recuerdos que a mí. Uno de mis dulces recuerdos de la infancia es el de ir a recoger moras por parajes similares, con mi sombrerito de paja y mis shorts.
Feliz tarde, monsieur
Bisous
Qué lindo!!!... Como verás nos remontaste a todas a la infancia... y las moras.
Abrazos.
Has conseguido llevarme a unos días maravillosos de la infancia en los que entrezarzales era feliz cogiendo moras negras y rojas...¡Que bueno! Gracias y un beso de domingo
Buenos recuerdos para un domingo
Me gusta ese momento evocador que has tenido, Mannelig.Qué descripción más auténtica.He podido sentir el traqueteo del tren,oler las moras mezcladas con el mar.Y esa música...Me ha encantado, vaya.Y una última cosa.Anda que si pudiéramos tener una cámara para descubrir qué se siente en momentos así...Yo también lo he pensado muchas veces.Abrazo
Ya tienes la máquina mágica, la de tu prosa casi verso y todo ternura. Puede olerse el dulzón tufillo de las moras mientras se lee tu relato.
Gracias por ese momento - ya olvidado - de mi niñez, y sigue con tu magia en tus escritos.
Un saludo y un abrazo.
Joer, Mannelig, estas en racha total. Una mirada al recuerdo de los días de infancia que hace pensar en el tiempo pasado, en aquellos disfrutes infantiles, en aquellas salidas a coger moras para disfrutar después con su ingesta. Mi abuela hacia mermelada y no veas cómo me ponía.
Un texto muy bueno.
Moras de zarza o moras de moral? Maticemos, que los sabores son totalmente diferentes.
Pues qué quieres que te diga, que con esta evocación, me has puesto el cuore cuasi "encogío"!
Los recuerdos de la infancia unidos a los abuelos... ayyy!
Y las moras!
;)
Un abrazote!
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