martes, 27 de agosto de 2024

Amor y morriña

Portada del libro Amor y morriña, de Theodor Kallifatides

Título y autor/a:Amor y morriña, de Theodor Kallifatides.
Clave de lectura:Vida y emociones de un emigrante en la Suecia de los años 60.
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:Tiene algo especial.
Música:Jorden är ett litet rum, de Eva Dahlgren ♪♪♪

Qué título tan curioso para verter al español esta novela: Amor y morriña. Tras desempolvar mis venerables diccionarios de sueco, todos coinciden en asignarle al segundo sustantivo de Kärlek och främlingskap el significado de «alienación».

¿Amor y alienación, entonces?

Para entender a las traductoras hay que profundizar quizá en la biografía del propio Theodor Kallifatides, un emigrante que dejó Grecia a los veintiséis años y recaló en Estocolmo.

En el caso del relato, el protagonista se llama Christos —o Christo, por facilitar la vida a sus interlocutores—. Allá por 1966…

Los comienzos en la nueva tierra han sido desesperados. Incluso llega a acudir, con indescriptible vergüenza, a Humlegården, el parque donde señores de mediana edad bien situados alquilan hombres jóvenes.

Por fortuna, su casera, Carolina von H, viuda de un coronel de tendencias nazis —«como todos en aquella época»—, se compadece y le devuelve la autoestima, consiguiéndole un puesto en el restaurante de unos amigos.

También le enseña el idioma: las diferencias entre conjunción y preposición, el posesivo y el reflexivo, el valor de los verbos que solo en apariencia significan lo mismo —hablar, charlar, cascar, conversar; arder y quemar; despertar y despertarse, distinciones inexistentes en griego—.

No obstante, cualquier avance en la integración —el arenque se come con queso curado, pan de centeno y un chupito de aguardiente, de otra manera es vomitivo—, se topa con una alambrada invisible que le dice «no eres de los nuestros».

Hasta que Rania viene a determinar su destino.

Matias, el amable marido, le invita a jugar al ajedrez en su habitación de la residencia de estudiantes. ¿Tiene él derecho a interrumpir la felicidad de la pareja?

Christo se consume sin remedio. Rania incluso le pide que pose para su trabajo fotográfico sobre la desnudez. Estar desnudo no significa lo mismo que estar sin ropa…

Jean Jacques, Emelie, Thanasis, Rolf, Paola, Fredrik, las demás personas con quienes se relaciona sufren sus propias vicisitudes, sus propias luces y sombras. ¿Sufren? ¿Es la expresión adecuada?

No aconsejo leerlo con la expectativa de un texto «de acción», desde luego. De acontecimientos que se precipitan. Más bien nos atrapa su impronta reflexiva —como en una tragedia de Eurípides, con seres humanos y no héroes ni dioses, imperfectos, inseguros, de carne y hueso—.

Con una melancolía tan indefinida como física. Con un «algo» especial entre sus líneas que…

Sí, por qué no: morriña.


Desde la guerra de Troya a Auschwitz. ¿Qué lleva a un ser humano a ver a su prójimo como ganado? ¿O como un simple agujero en el que meter el miembro? ¿Parezco un agujero?, se preguntó. Quizá sí.

lunes, 19 de agosto de 2024

La mujer pintada

Portada del libro La mujer pintada, de Teresa Arijón

Título y autor/a:La mujer pintada, de Teresa Arijón.
Clave de lectura:La mujer, protagonista en la sombra del arte.
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:Leedlo, os gustará.
Música:The Lady of Shalott, de Loreena McKennitt ♪♪♪

En La mujer pintada, Teresa Arijón nos ofrece al menos dos contenidos: una memoria autobiográfica (poeta, ensayista, traductora, modelo) y una ventana al significado de lo femenino como sujeto —que no «objeto»— de la historia del arte.

En cuanto a su propia trayectoria como musa, narra el inicio como estudiante de teatro y vendedora de libros a domicilio hasta que cierta amiga le sugiere una manera distinta de ganarse unos pesos.

Subida a una mesa, desnuda, inmóvil, los brazos cruzados tras la espalda, un hombre con barba y anteojos, otro menudo y una señora hacen deslizar por primera vez sus carbonillas.

Más tarde aparece Juan, Juan Lascano, que compartirá con ella el mayor tiempo dentro de un estudio: cada semana durante veinte años.

Hay creación. Incluso poesía en las sesiones con quienes la contratan. Plasmar el cristal es fácil, le enseñan, lo difícil es la carne. Pero también, alguna vez…

Miedo. Asco. Amenaza de que su cuerpo se convierta, precisamente, en «objeto», y la mirada en violencia por poseerlo.

En otras ocasiones no entiende el énfasis en una pose determinada, en un retrato. ¿Quién va a interesarse por comprarlo, por tener su figura o su rostro sobre una pared, admirando algo que ella no advierte en sí misma?

¿A qué llamamos belleza?, se pregunta.

Nos trasladamos a la otra cara, un recorrido por siglos de pintura, escultura y, más recientemente, fotografía.

El mundo de las modelos, cuyos rasgos llenan los museos y galerías, no ha sido jamás el de las escenas enmarcadas. Por el contrario, la realidad ha carecido de respeto.

Y el mundo de aquellas que han sostenido los pinceles, pese al talento que pudieran atesorar, recién empieza a mostrar su luz. Algunas figuras que aquí aparecen:

Henrietta Moraes, la reina del Soho, dibujada por Lucien Freud, Francis Bacon y Maggi Hambling hasta dos días antes de fallecer.

Clara Peeters, que «se autorretrata a escala mínima en los bodegones que pinta», la primera mujer con exposición individual en El Prado.

Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo. Margherita Luti, la Fornarina, relacionada con Rafael. Sophie de Bouteiller.

Sofonisba Anguissola en la corte de Felipe II. Victorine Meurent y Manet. Carmen Gaudin y Toulouse-Lautrec. Sarah Brown. Suzanne Valadon, que da nombre a un asteroide.

Alice Prin —Kiki de Montparnasse, una placa en el parisino Hôtel Istria nos recuerda que en sus habitaciones se alojaron Man Ray, Satie, Aragon, Maiakovski, Rilke… y ella—. Apollonie Sabatier, admirada por Flaubert, a quien Baudelaire dedicó versos, esculpida en el instante del placer, la petite morte, por Clésinger.

Simonetta Cataneo, convertida por Botticelli de memoria en Venus, Atenea o La Primavera. Gala, amada por Dalí «más que el dinero». Lizzie Siddal, a quien evocamos como Ophelia en el famoso lienzo de John Everett Millais, pintado mientras ella flotaba en una bañera de agua fría. Emma Hamilton, de vida extraordinaria, ninguneada tras la muerte del gran héroe Nelson…

En fin, me detengo porque la entrada ya se alarga y no deseo aburriros. Pero a los que queráis descubrir a un conjunto distinto de personas, ya no personajes, glorias y tragedias que con gran probabilidad no os explicaron en la asignatura del colegio…

Leed este título. Os gustará.


Yo nunca me había pensado hermosa y ese hombre me colocaba, de manera tácita, en la situación de representar a una mujer bella.

martes, 13 de agosto de 2024

Por así decirlo

Portada del libro Por así decirlo, de J.Á. González Sainz

Título y autor/a:Por así decirlo, de J.Á. González Sainz.
Clave de lectura:Algo sobre el nihilismo contemporáneo, el embarullamiento...
Valoración:✮✮✩✩✩
Comentario personal:No lo entiendo.
Música:Die Harmonie der Welt (Música Humana), de P. Hindemith ♪♪♪

Creo que empiezo a tener un problema. Lenta, fastidiosa, inexorablemente...

Debo de estar haciéndome viejo. No tanto en edad como en apreciación.

Si hace algún tiempo, por ejemplo, me hubiera encontrado frente a un cuadro titulado «blanco sobre fondo blanco», a lo mejor la poderosa fantasía juvenil se habría puesto a trabajar, adivinando formas y texturas ocultas, hasta conseguir ver… Pues no sé, un paisaje.

Pero ya no me ocurre. Ahora, blanco sobre fondo blanco significa blanco sobre fondo blanco. Y no es una pintura que yo entienda.

Una sensación por el estilo se apodera de mí tras leer Por así decirlo, «caprichos o disparates» según la definición de J.Á. González Sainz. A pesar de la buena voluntad, me cuesta horrores conjeturar un significado.

La arquitectura de sus ¿historias? resulta tan simbolista como abstracta. Con un apabullante despliegue de recursos lingüísticos que le sirve de fuste, eso sí.

En el primer relato, un concierto de la orquesta sinfónica en la plaza mayor de la ciudad se convierte en un galimatías celebrado por casi todos cuando la batuta pasa del director a una extraña figura que surge del público e imita sus gestos. Cada pieza finaliza con un remedo de tiroteo entre carcajadas y aplausos.

En el segundo, el protagonista vive una jornada kafkiana desde que entra en el ascensor por la mañana y su corpulento vecino se cuela detrás. Termina «tirando los dados» en una parodia del sistema de votación democrática.

A continuación, un hombre y una mujer se cruzan en el tren. El dúo de quizá madre e hija, quizá no, quizá chinas o filipinas o indonesias, que los acompaña comiendo pipas de forma compulsiva, ¿qué influencia tendrá sobre el momento y el futuro de ambos?

En último lugar, otra pareja —¿o será la misma tras contraer matrimonio, a tenor de la acusada miopía de él y la hipermetropía de ella?— pasa los días fascinada por la contemplación de sus peces domésticos. Saben que no deben elevar la temperatura del acuario, pues los ejemplares se acercarían a la muerte. Pero no se resisten a introducir los dedos y transmitirles su propio calor corporal. Entonces...

Como señalaba, tengo que acudir a las interpretaciones que dan el mismo autor o sus valedores editoriales, ante mi decadencia cognitiva. Busco entrevistas, otros comentarios, le echo un vistazo a la contraportada...

Y concluyo con un lacónico «lo que tú digas».


Se trata de cuatro divertimentos, tan graves como humorísticos, que buscan proyectar una especie de cuadrilátero metafórico de nuestras vidas; cuatro iluminaciones sobre la condición de nuestra época y de nuestra conciencia o falta de ella, sobre el destino de los habitantes del nihilismo contemporáneo, con su sistemático embarullamiento, falsificación y banalización de todo, y sobre la naturaleza del poder y la inocencia, sobre el engaño y el vaivén de las cosas humanas.

martes, 6 de agosto de 2024

Las gratitudes

Portada del libro Las gratitudes, de Delphine de Vigan

Título y autor/a:Las gratitudes, de Delphine de Vigan.
Clave de lectura:No dejemos pasar la oportunidad de dar las gracias.
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:Desearía que os gustara tanto como me ha gustado a mí.
Música:Les Feuilles Mortes, de Joseph Kosma ♪♪♪

Desearía que Las gratitudes, de Delphine de Vigan, os gustara tanto como me ha gustado a mí.

Michka no puede continuar viviendo sola. Se desorienta. Durante las conversaciones quiere usar una expresión y le sale otra: alma en lugar de alarma, de recuerdo por de acuerdo, un sexto sin aspersor

Está perdiendo… algo importante… No sabe qué…

Marie, una de las narradoras, que de niña fue su vecina y mantiene una relación de cercanía ininterrumpida —fundamental para ella misma, según se aclarará más tarde—, la acompaña a la entrevista para ingresar en un centro de gente mayor. O «de viejos». ¿No se dice «los jóvenes» o «la gente joven» sin remordimientos?

Jérôme, el logopeda de la residencia y segundo narrador, intenta ralentizar con sus ejercicios la afasia de la paciente, pero no hay vuelta atrás. Las palabras, esas que Michka tan bien componía hace años en una importante revista, se trastocan, juegan al escondite, cambian de lugar.

Marie la visita. Va a tener un hijo de un hombre que no por ello renuncia a sus planes de irse a trabajar al extranjero. Ella lo comprende, no es mala persona, sin rencores. Pero quiere que el niño nazca.

Jérôme la visita. Le confiesa que desde hace mucho no habla con su padre, quien jamás le mostró ningún signo de amor.

Michka desea localizar a quienes la salvaron durante la ocupación nazi, cuando tuvieron que abandonarla a toda prisa en casa de unos desconocidos de La Ferté-sous-Jouarre para evitar la deportación a los campos de exterminio. Lo ignora todo de ellos, incluso sus nombres. Quizá mediante anuncios en la prensa…

En realidad, desde el principio del relato somos conscientes de que Michka ha muerto. Marie la rememora, preguntándose si llegó a agradecerle lo suficiente haber estado ahí.

Se encuentra con Jérôme en el último capítulo, antes del funeral.

Un libro que emociona.


¿Os habéis preguntado alguna vez cuántas veces en la vida habéis dado realmente las gracias? Unas gracias sinceras. La expresión de vuestra gratitud, de vuestro agradecimiento, de vuestra deuda.
¿A quién?