Después de cientos y cientos de años de historia, con tanto como se ha destruido y tanto como se ha construido...
Podemos aspirar a la Monarquía constitucional o a la República constitucional como forma de Estado.
Podemos aspirar a cambiarlo todo o a conservar lo ganado.
Podemos aspirar a que esas palabras con las que comienza la Carta Magna sean mucho más que un decorado, que se conviertan en algo verdadero:
La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama...
Podemos y debemos aspirar a ser mejores.
Pero de ninguna manera lo conseguiremos divididos, amputándonos la mano, cegándonos los ojos.
Por eso creo que este discurso nos incluye a todos. Nos incumbe a todos.
Hasta a aquellos que, en el ejercicio de su libertad de conciencia, lo critiquen de buena fe como yo lo alabo.
Hasta a quienes no quieran escucharlo.