Hoy, una canción de un bluesero sueco, Rolf Wikström: Dina Ögons Språk.
El lenguaje de tus ojos...
Música, libros, fotos, historias, pensamientos, ficciones, viajes y qué sé yo cuántas cosas más...
Hoy, una canción de un bluesero sueco, Rolf Wikström: Dina Ögons Språk.
El lenguaje de tus ojos...
Esperé a que no hubiera nadie cerca y entonces caí de rodillas.
Recuerdo Auschwitz como un no lugar.
El fin del mundo.
Que se va la luz, oye.
Y no entra por la ventana ni un mísero rayo de sol, ¿qué hago?
A tientas, recupero las velas de adorno del salón.
Pero el fuego, je, el fuego… Va a haber que redescubrirlo.
Y es así como de repente pienso en este interesante libro de Lewis Dartnell: Abrir en caso de apocalipsis. Da solución a (casi) todo.
Explica cómo los supervivientes podrían volver a empezar después de alguna catástrofe realmente gorda, a nivel planetario. Cómo obtener alimento, vestido, jabón, energía, transporte, medicina…
Por ejemplo, ¿a que nadie imaginaba que lo primero debería ser asegurarse de que haya carbonato cálcico a mano?
Un repaso por la historia de la ciencia y la invención muy ameno de leer. Por lo menos, cuando vuelva la luz.
Descubrir a un poeta. Esa sensación...
En algún momento un niño adivina que unas figuras negras sobre un papel forman palabras, y las palabras frases, y las frases ideas, y ese es el verdadero corazón del mundo.
La misma sensación se tiene al descubrir a un poeta: como niños, abrimos nuestros ojos emocionados.
Entendemos que las personas no somos fronteras valladas con alambre de espino, sino paisajes. De bosques, de llanos, de cumbres, de profundos desfiladeros excavados por las aguas de la vida, unas veces calmas y otras torrenciales…
Un mundo interior que se quiere, se desea compartir. Y damos un paso hacia él.
Patricia García-Rojo es una de esos poetas.eres como mirar al fuegoAmar es aquí, uno de esos paisajes.
como arrendar mis rizos a la sal y la arena de mayo
como enterrar mi cuerpo entre tus manos
y beber, lento y largo, agua de madrugada.
Empieza así: tantan tantantan tararara tantan tantantan.
Y sale Tamino corriendo porque le persigue una serpiente gigante, zu Hilfe, zu Hilfe, y se desmaya, y las tres damas le salvan, y le ven ahí tendido todo largo y piensan que qué buen mozo, y aparece Papageno.
Y cuando Tamino se despierta llega la Reina de la noche explicando que Sarastro se ha llevado a su hija y necesita a un héroe que la salve, y Tamino y Papageno para allá que se van.
Y a Pamina, la hija, la vigila Monostatos, que quiere beneficiársela, pero Papageno le deja grogy con el sonido de una flauta. Y casi se escapan todos, pero solo casi.
Y resulta que Sarastro es el bueno de la historia y la Reina de la noche la mala, y le sale una rabia, así, muy de dentro, zu hölle Rache, que no veas.
Y Tamino acepta pasar la prueba de iniciación en la logia de Sarastro, ya que al fin y al cabo todo esto tiene una simbología masónica.
Y no puede hablar con Pamina como parte de la prueba, y ella se cree que es porque no la quiere, ay, ay, ay.
Y Papageno también tiene que quedarse mudo para que le presenten a su chica. Porque lo que más desea en la vida es conocer a una Papagena.
Y la verdad es que se mosquea cuando parece que Papagena va a ser una pasa arrugada, pero je, que te crees tú eso, es un pichón disfrazado, empeñada en tener Papagenitos y Papagenitas a tutiplén.
Y al final cada oveja con su pareja, cada mochuelo a su olivo y colorín, colorado...
Cuánta magia en La flauta mágica de Mozart.
Abducir
Del lat. abducĕre 'arrebatar', 'apartar'.
1. tr. Alejar un miembro o una región del cuerpo del plano medio que divide imaginariamente el organismo en dos partes simétricas.
2. tr. Dicho de una supuesta criatura extraterrestre: Apoderarse de alguien.
3. tr. Dicho de una persona o de una creación humana: Suscitar en alguien una poderosa atracción.
Esta foto que saqué en una calle de Cracovia es de extraterrestres, evidentemente.
En el ocaso del día, agotadas las fuerzas, caminamos mirando casi siempre al suelo.
Quizá, si levantáramos más a menudo los ojos... Aunque fuera un momento...
Intento imaginar una historia que acompañe a esta imagen que saqué en Toledo.
Algo sobre la noche, sobre el agua, la luz, el reflejo, los sillares de piedra...
Al fin, no se me ocurre nada. Pero no importa. En realidad, tampoco necesita ninguna historia.
La imagen «es» historia.