«Que tu vida esté llena de pasiones y deseo».
Leo la nueva dedicatoria que me firma Marisa López Diz con una sonrisa. Después dejo la mirada perderse hacia un punto insondado, ajeno al tiempo o la distancia. ¿Y si…?
¿Y si fuera así?
¿No es acaso capaz la pasión de convertirse en una fuerza que vibra, que resuena como ninguna otra que conozcamos, inundando cada segundo con su latido de marea?
¿No dejamos de sentirnos vivos de verdad solo cuando el deseo susurra un último adiós desde el borde de nuestros labios, piel sollozante, palabra ahogada?
Bajo el verano de tu boca es un hermoso ejemplo del arte poético de su autora. De la intensidad con que quiere compartir con nosotros, los afortunados, sus versos.
Si en su anterior libro que comenté brevemente, L’alma albentestate, nos abrazaba el lirismo, en esta ocasión nos trae un contacto mucho más íntimo. Con nuestros dedos, con la lengua, las caderas, con nuestros ojos enloquecidamente dilatados…
Digno del Premio Cálamo de poesía erótica que ostenta.
Sol incandescente, sudor que perla el pecho, nubes de tormenta, frutos, abismos, tañer de gemidos… Las figuras se suceden y la sed continúa sin pausa.
De los cuerpos, de las mentes.
Sed humanísima.
Sed inextinguible.
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