jueves, 21 de noviembre de 2019

Mi Europa

Clave de lectura: Existió una Europa de grandes esperanzas… y grandes decepciones.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Réquiem Polaco (Chacona), de Krzysztof Penderecki ♪♪♪
Portada del libro Mi Europa, de Czeslaw Milosz.

Tiene una extraña belleza.

Una belleza del pasado. Como el lienzo de un maestro cuyos colores quizá hayan perdido su brillo, pero no la esencia de su mensaje.

Reflexiva. Melancólica. Elegante.

¿Triste? Cierto, una belleza triste. Por todo lo que pudo haber sido y aquello que por el contrario fue.

Esa es la atmósfera que nos envuelve cuando leemos Mi Europa, de Czeslaw Milosz.

Recuerdos, brumas de un mundo nacido para él de las cenizas, cuando la primera guerra decidió que algunos se llamarían polacos y otros lituanos.

Las familias habrían de repartirse a cada lado de las nuevas fronteras.

Y sus profesores les hablarían de glorias patrias y miserias al cruzar esa línea. Las naciones también se construyen en las aulas.

Milosz creció, hizo amigos, viajó, con una mochila y una canoa, para conocer por sí mismo el resto del continente…

Experimentó de primera mano el ascenso del comunismo y del nazismo.

Estuvo a punto de morir tantas veces… Si no relatara con esa naturalidad cómo escapó de todas ellas, apenas podríamos creerlo.

Y fue, tras la segunda guerra, tras haber sido elegido por los nuevos gobernantes de Varsovia para ejercer cargos diplomáticos, con el prestigio que daba la victoria, cuando comprendió que… no… No era eso.

No deseaba pertenecer a ningún lugar cuyo precio fuese una mente cautiva.

Quienes le habían jaleado en los círculos avant-garde le miraron desde entonces con desdén. Incluso le llamaron «traidor».

El Nobel de Literatura aún tardaría unos años en llegar.


domingo, 17 de noviembre de 2019

La República

Clave de lectura: Lo que sabemos, lo que creemos saber y lo que desconocemos.
Valoración: Fundamental ✮✮✮✮✮
Música: Orfeo y Eurídice (Danza de los espíritus bienaventurados), de C.W. Gluck ♪♪♪
Portada del libro La República, de Platón.

Atreverme a comentar con un mínimo de decencia intelectual La República de Platón requeriría que Atenea me hubiera concedido con mayor generosidad sus dones. Pero llegan hasta donde llegan y gracias...

Ahora bien, lo que sí puedo decir sin exponerme a la vergüenza es que se trata de una de las ¿cinco, siete, once, veintitrés…? —poner cantidades exactas carece de sentido— obras escritas que iluminan el paso del ser humano sobre el planeta.

En tiempos de turbación, cuando la esperanza de alcanzar un statu quo de armonía social se cuartea, leerla permite entender mejor unas cuantas cosas.

Entender, por ejemplo, que a orillas del Egeo inventaron lo que llamamos democracia, pero que ejercida irresponsablemente, sin ser conscientes de todo lo que esa bella palabra implica, no libra por sí sola de acercarse al precipicio.

¿No se votó democráticamente que Sócrates debía morir? ¿No se dejaron cegar los griegos por sofistas y gobernar por demagogos?

Y que la responsabilidad se aprende esforzándonos, cada uno de nosotros, en buscar «lo justo». Siendo íntegros.

Se aprende de verdad que lo importante en la vida, tanto como respirar, como comer, como beber, como amar, es buscar «algo más».

Ir más allá de las sombras a nuestro inmediato alcance.

Aquellas imágenes que vemos, en forma de reflejo, sobre la pared de nuestra caverna.


miércoles, 13 de noviembre de 2019

Manifiesto cívico (XII)

¿Que qué me parecen los últimos resultados electorales? Je…

Me hago esa pregunta y me quedo mirando al techo.

Hasta que doy con una respuesta adecuada: desilusión. No es que no comparta la forma de votar de parte de mis vecinos, mis conocidos, mis amigos, de personas con quienes me cruzo cada día…

No es ya que no la entienda.

Es que me desilusiona.

Camisas pardas, camisas rojas y camisas negras, en vez de ver castigados sus planteamientos bárbaros, los refrendan. Son minorías y aun así manejan el timón.

El centro, en el sentido más generosamente amplio del término, incluso personificado por líderes de dudosa confianza, es lo preferido por millones. Y a pesar de ganar… pierde.

Perdemos.

Para combatir los fuegos que amenazan a la democracia, al acuerdo constitucional que solo pide un básico respeto mutuo a la hora de diseñar políticas, hay quienes eligen… lanzallamas.

¿Seremos capaces de construir derechos –y obligaciones− sobre la base de conceptos como ciudadanía y esfuerzo común, y no sobre patrias, géneros, lugar de nacimiento, creencias religiosas o cualquier pseudomisticismo?

(No, lo de ciudadanía no lo digo con doble significado).

¿O preferimos renunciar a la… de acuerdo, no la mejor de las vidas, pero sí una aceptable, teniendo en cuenta de dónde veníamos y adónde hemos llegado, a cambio de darnos de tortas?

En fin, ya veremos.

Dormid en paz. Lo vamos a necesitar.



viernes, 8 de noviembre de 2019

Historia de una demencia colectiva

Clave de lectura: El fanatismo, el gran enemigo.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Música: Divara, Wasser und Blut (Preludio), de Azio Corghi ♪♪♪
Portada del libro Historia de una demencia colectiva, de Friedrich Reck-Mallerczewen.

Friedrich Reck-Mallerczewen nos advierte de las consecuencias: los hechos que narra en su Historia de una demencia colectiva ocurrieron en el siglo XVI, pero los paralelismos con el XX y podría llegar el momento en que también con nuestros propios días, son evidentes.

Su propia lucha contra el odio y la amargura, «esos cánceres del alma», como los describe en la última carta a su mujer, le costó morir en Dachau.

En 1534 los habitantes de Münster «se volvieron locos» y le entregaron el poder a ciertos hombres que les hicieron promesas. Son recordados como los anabaptistas.

Les prometieron la felicidad en la Tierra, por anticipo de la del cielo. Solo tenían que seguir unas leyes transmitidas directamente de lo alto a sus profetas.

Y sus palabras atrajeron a miles. Tras expulsar al obispo elector, símbolo de la opresión, se prohibió la moneda, el comercio y la propiedad privada. Nadie debía tener un sombrero o un jubón más que su vecino.

Más tarde, sin embargo, llegó el terror a la «nueva Jerusalén». Cualquier desafecto era ejecutado de inmediato. Los matrimonios previos fueron anulados y se instauró la poligamia obligatoria. El heredero del líder original se proclamó rey, inspirado por visiones divinas…

Aun así, los defensores de la ciudad resistían el asedio del obispo y su ejército. Su esperanza era firme. No les importaban las normas cada vez más absurdas ni la espada del verdugo que recorría las calles en busca de la menor falta.

Todo acabó con la población agonizante y el «monarca» y sus lugartenientes exhibidos en jaulas en la torre de una iglesia.

Fanatismo. Violencia. Destrucción. Siempre de la mano, a través de los tiempos.


miércoles, 6 de noviembre de 2019

Cine, cine, cine, más cine, por favor

Las palomitas listas para entrar en el patio de butacas.

Y hay que tomar una decisión: ¿de qué película comprar entrada?

No tenemos nada de estreno, desde luego, pero entre eso y quedarse en casa…

A ver, vamos a repasar los guiones otra vez:

Cómodo es un hombre sin moral, eso lo sabes desde siempre. Cómodo no puede gobernar. Es más, ¡no debe gobernar!
(Gladiator)

−La inmoralidad es subjetiva.
−Sí, pero la subjetividad es objetiva.
−No, en ningún esquema racional de percepción.
−La percepción es irracional, implica inminencia.
−Pero el juicio de cualquier sistema a una prioridad de relación de fenómenos existe en cualquier contradicción racional o metafísica, o al menos epistemológica, de un concepto empírico abstracto como el ser u ocurrir en la cosa en sí, o de la cosa en sí misma.
−Sí, yo he dicho eso muchas veces.
(La última noche de Boris Gruschenko)

−¿Con qué derecho me cierra usted el local?
−¡Qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!
−Sus ganancias, señor.
−Muchas gracias. ¡Todo el mundo fuera!
(Casablanca)

−A los únicos que odiamos más que al pueblo romano es a los del Frente del Pueblo Judaico.
−¡Disidentes!
−Y al Frente Popular del Pueblo Judaico.
−¡Disidentes!
−Y al Frente Popular de Judea (...).
−¡El Frente Popular de Judea somos nosotros!
−Ah, creí que éramos de la Unión Popular...
(La vida de Brian)

Estoy harto de consentir con los brazos cruzados la infiltración comunista, la subversión comunista, la conspiración comunista, esa corriente, en la actualidad tan de moda, que envuelve e infecta todos nuestros preciados fluidos naturales.
(Teléfono rojo, volamos hacia Moscú)

Mmmmm, sí, ya está. Creo que voy a elegir, mmmmm...