domingo, 5 de marzo de 2017

La flauta mágica

Empieza así: tantan tantantan tararara tantan tantantan.

Y sale Tamino corriendo porque le persigue una serpiente gigante, zu Hilfe, zu Hilfe, y se desmaya, y las tres damas le salvan, y le ven ahí tendido todo largo y piensan que qué buen mozo, y aparece Papageno.

Y cuando Tamino se despierta llega la Reina de la noche explicando que Sarastro se ha llevado a su hija y necesita a un héroe que la salve, y Tamino y Papageno para allá que se van.

Y a Pamina, la hija, la vigila Monostatos, que quiere beneficiársela, pero Papageno le deja grogy con el sonido de una flauta. Y casi se escapan todos, pero solo casi.

Y resulta que Sarastro es el bueno de la historia y la Reina de la noche la mala, y le sale una rabia, así, muy de dentro, zu hölle Rache, que no veas.

Y Tamino acepta pasar la prueba de iniciación en la logia de Sarastro, ya que al fin y al cabo todo esto tiene una simbología masónica.

Y no puede hablar con Pamina como parte de la prueba, y ella se cree que es porque no la quiere, ay, ay, ay.

Y Papageno también tiene que quedarse mudo para que le presenten a su chica. Porque lo que más desea en la vida es conocer a una Papagena.

Y la verdad es que se mosquea cuando parece que Papagena va a ser una pasa arrugada, pero je, que te crees tú eso, es un pichón disfrazado, empeñada en tener Papagenitos y Papagenitas a tutiplén.

Y al final cada oveja con su pareja, cada mochuelo a su olivo y colorín, colorado...

¡Cuánta magia en La flauta mágica de Mozart!