viernes, 29 de abril de 2011

Lux aeterna...

Columpios vacíos.

Tenía muy pocos años.
Muy pocos.
Le faltó vivir miles de días nuevos.
La última vez que la vi, corría con otros niños.
Y algo era diferente a los demás.
En su cabecita, los cabellos estaban hechos de luz.
De luz transparente.
Invisible.
Una cabecita de sueños. De risas.
De coraje ilimitado.
No había, no podía haber rendición.
Y ahora...

Nuestros ojos ya no son nuestros ojos.
Son lagos de sal.
Una gota de sal por cada día hurtado.
Y ahora...
¿Qué nos queda, ahora?
Ese velo roto...
Y todo lo que somos, ¿se derrama?
¿Desaparece?
¿Así, de repente?
¿Dónde estás?
Pequeña...
¿Dónde estás?...

3 comentarios:

Lola Mariné dijo...

Impresionante tema, y maravillosa la historia que has sacado de él.
Buen finde

erato dijo...

Inmensa tristeza.Silencio.No cabe mucho más.Un abrazo

Miguel Baquero dijo...

Es un lamento tan sincero y conmovido que estremece al que lo lee