lunes, 20 de julio de 2009

Cuando España «invadió» Escocia

Recreación de un highlander.

Al visitar el Museo Nacional en Edimburgo, llama la atención cómo los escoceses mitifican algunos momentos de su pasado. Especialmente, los garrotazos contra los ingleses. Nombres como Stirling, Bannockburn o Culloden les producen un escalofrío en el espinazo capaz de hacerles olvidar por un momento el whisky. Sólo por un momento.

Pues hay un pasaje de esa historia no tan popular como debiera, y es que un batallón de trescientos españoles desembarcó en cierta ocasión en las highlands para apoyar la rebelión contra el rey Jorge, dando lugar a la denominada batalla de Glenshiel.

Corría el año 1719 y Felipe V, tan melancólico él, pensó en recuperar algunos terrenitos perdidos como consecuencia del Tratado de Utrecht: Milán, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Menorca, Gibraltar… Tal política suponía chocar con los viejos adversarios isleños que, por entonces, se encontraban entretenidos en sus cosas: las desavenencias entre la nueva casa real de Hannover y la de los Estuardo.

En connivencia con estos últimos, se aparejó una flota destinada a apoyar la causa jacobita en el sur de Inglaterra, pero la tormenta de turno desbandó los buques. ¡Siempre la misma mala suerte!

Por el extremo contrario, al norte, dos solitarias fragatas consiguieron dejar en tierra a esos trescientos soldados, con la misión de levantar el ánimo a los clanes. Un retén quedó guardando el fotográfico castillo de Eilean Donan y el resto de la tropa salió a pie hacia Inverness.

Poco después, la Royal Navy, que navegaba con la mosca detrás de la oreja, apareció por la zona. Tras los cañonazos de rigor, dejaron en ruinas la vieja fortaleza y apresaron a sus defensores. Y los hispano-escoceses del cuerpo principal acabaron topándose con una fuerza contraria de casacas rojas sobre las colinas de Glenshiel.

¡Pum!, ¡zas!, ¡raca!, ¡toma!, ¡tararíííí! Ya la tenemos montada en lo que desde entonces se llama Peak of the Spaniards.

Tras un buen rato de mosquetería, las milicias locales empezaron a ceder terreno. Según parece, habían herido al jefe del clan MacGregor, y eso desmoralizó al resto. Los García, Rodríguez y Menéndez se vieron de repente solos, por lo que, superados ampliamente en número, solicitaron el armisticio con honor.

¿Y quién se supone que era esa figura de los MacGregor que tanta influencia tuvo para arrastrar a sus hombres a la retirada? Cuentan que su nombre completo era Robert Roy MacGregor. O lo que es lo mismo, ¡Rob Roy!

Desde luego, aquí hay tema más que para una novela. Para un peliculón.

Nada más por hoy. Mar sin leat, que en gaélico significa adiós.

2 comentarios:

Kutxi dijo...

Entro a este blog cada vez más seguro de que la nueva entrada va a interesarme tanto o más que la anterior. Te has transformado en algo así como una garantía, amigo Mannelig.

Hermoso post.

Un abrazo grande,

Kutxi.

PD. No sé cómo es en el resto del mundo, pero acá en Argentina hoy es el día del Amigo. Así que, desde la distancia y el desconocimiento, un feliz día para vos.

José Ángel M.G. dijo...

HOLA amigo, tengo que decir... Me agrado mucho tu Blog, realmente lleno de articulos de interes, espero pueda verte en el mio, encontremonos seguido...

Te Saludo y hasta pronto a todos!

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