miércoles, 29 de julio de 2009

El aciago demiurgo

Clave de lectura: Puro Cioran, con todos sus manierismos y fascinaciones.
Valoración: Fascinante... y atormentador ✮✮✮✮✮
Música: La profecía (The Omen), de Jerry Goldsmith ♪♪♪
Portada del libro El aciago demiurgo, de Emil Cioran.

El aciago demiurgo, de Emil Cioran, es un libro capaz de dejar marca.

Un libro que conviene retomar en diferentes etapas de nuestro camino, buscar fragmentos anteriormente subrayados y volver a leerlos después de los años, de manera que el bagaje de lo vivido nos haya preparado para afrontar el pesimismo existencial de su autor.

Se estructura esta obra en seis capítulos. El primero, que da título al conjunto, es un ensayo acerca del pretendido creador del mundo. En caso de tratarse de un ente divino, no podría ser bondadoso. Más bien hablaríamos de un demiurgo malvado, aciago, cuyas pulsaciones aún subyacen en sus criaturas.

A continuación, Los nuevos dioses reflexiona sobre la expansión del cristianismo y el inevitable eclipse de los dioses griegos y romanos.

Paleontología, la tercera parte, es difícil de explicar. Está construida a partir de los huesos, del esqueleto en contraposición a la carne, como metáfora de la desnudez última de cada ser.

Más tarde, en Encuentros con el suicidio, se dedica Cioran a monologar sobre esta idea, una constante en su pensamiento filosófico.

El no liberado es otro apartado complejo. Toca ideas variadas, incluso sin relación aparente, más allá de su génesis en el interior de un espíritu atormentado.

Y finalmente, un conjunto de aforismos, Pensamientos estrangulados. Ácidos, provocadores, brillantes..., tristes.

Esos momentos en que se desea estar absolutamente solo porque se está seguro de que, cara a cara con uno mismo, se será capaz de encontrar verdades raras, únicas, inauditas; después la decepción y pronto la amargura, cuando se descubre que de esa soledad finalmente alcanzada nada sale, nada podía salir.
El aciago demiurgo puede provocar fascinación. Si contuviera un atisbo de la verdad, si estuviéramos de alguna manera predestinados a cometer nuestros actos, si lo que creemos libre albedrío se encontrara realmente tan limitado, y si a pesar de su escasez hiciéramos uso sistemático de él para la destrucción, entonces...

¿Cuál sería nuestra sustancia, nuestro papel en el orden del universo?


jueves, 23 de julio de 2009

Atlas descrito por el cielo

Clave de lectura: Fantasía desatada en la comunidad de vecinos.
Valoración: Bueno ✮✮✮✩✩
Música: Aire, de Mecano ♪♪♪
Portada del libro Atlas descrito por el cielo, de Goran Petrovic.

Si nos referimos a comunidades de vecinos heterodoxas, una para echar a comer aparte sería la de Atlas descrito por el cielo, de Goran Petrovic.

Tenemos a Herrero, que invita a los demás a entrar en sus sueños (sobre todo, a la hermosa Sasha, por quien suspira secretamente). También a Andrei, siempre agazapado tras el sofá de la sala de reuniones, esperando a que Eta regrese de donde quiera que haya ido y puedan continuar su juego del escondite.

A la Silenciosa Tatiana, cuyos cantos consiguen congregar sobre ella a ochenta y ocho constelaciones, en lugar de las cincuenta y tres que corresponderían según la Unión Astronómica Internacional.

A Bógomil, por supuesto, visitado por su tía Despina de tanto en tanto a través del Espejo Septentrional. A Esther, con un lunar de granada en el interior del muslo derecho (hasta que el malvado actor Augusto se lo roba).

A Drágor, que recolecta como pasatiempo la Levedad y la Gravedad Elementales. Al cartero Spíridon y su ex-colega Aaron Hartman, despedido de Correos por abrir cartas de contenido triste y sustituirlas por otras alegres...

Y como hilo conductor de cada encuentro, varios cuadros, grabados, mapas y demás obras de arte que reposan en prestigiosas instituciones internacionales.

La Galería Tretiakov de Moscú, el Museo del Prado de Madrid, el Centro NASA para la Investigación del Espacio de Milwaukee o el Archivo de la Secreta Asociación del Panal Dispersado por Todo el Mundo de la Biblioteca de Babilonia.

Sin más palabras que añadir, me despido con esta recomendación. Tengo que salir de viaje.

Estoy enrolado en el barco de papel gigante que va a zarpar hacia la constelación de Puppis.


lunes, 20 de julio de 2009

Cuando España «invadió» Escocia

Recreación de un highlander como los que participaron en la batalla de Glenshiel.

Al visitar el Museo Nacional en Edimburgo, llama la atención cómo los escoceses mitifican algunos momentos de su pasado. Especialmente, los garrotazos contra los ingleses. Nombres como Stirling, Bannockburn o Culloden les producen un escalofrío en el espinazo capaz de hacerles olvidar por un momento el whisky. Sólo por un momento.

Pues hay un pasaje de esa historia no tan popular como debiera, y es que un batallón de trescientos españoles desembarcó en cierta ocasión en las highlands para apoyar la rebelión contra el rey Jorge, dando lugar a la denominada batalla de Glenshiel.

Corría el año 1719 y Felipe V, tan melancólico él, pensó en recuperar algunos terrenitos perdidos como consecuencia del Tratado de Utrecht: Milán, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Menorca, Gibraltar… Tal política suponía chocar con los viejos adversarios isleños que, por entonces, se encontraban entretenidos en sus cosas: las desavenencias entre la nueva casa real de Hannover y la de los Estuardo.

En connivencia con estos últimos, se aparejó una flota destinada a apoyar la causa jacobita en el sur de Inglaterra, pero la tormenta de turno desbandó los buques. ¡Siempre la misma mala suerte!

Por el extremo contrario, al norte, dos solitarias fragatas consiguieron dejar en tierra a esos trescientos soldados, con la misión de levantar el ánimo a los clanes. Un retén quedó guardando el fotográfico castillo de Eilean Donan y el resto de la tropa salió a pie hacia Inverness.

Poco después, la Royal Navy, que navegaba con la mosca detrás de la oreja, apareció por la zona. Tras los cañonazos de rigor, dejaron en ruinas la vieja fortaleza y apresaron a sus defensores. Y los hispano-escoceses del cuerpo principal acabaron topándose con una fuerza contraria de casacas rojas sobre las colinas de Glenshiel.

¡Pum!, ¡zas!, ¡raca!, ¡toma!, ¡tararíííí! Ya la tenemos montada en lo que desde entonces se llama Peak of the Spaniards.

Tras un buen rato de mosquetería, las milicias locales empezaron a ceder terreno. Según parece, habían herido al jefe del clan MacGregor, y eso desmoralizó al resto. Los García, Rodríguez y Menéndez se vieron de repente solos, por lo que, superados ampliamente en número, solicitaron el armisticio con honor.

¿Y quién se supone que era esa figura de los MacGregor que tanta influencia tuvo para arrastrar a sus hombres a la retirada? Cuentan que su nombre completo era Robert Roy MacGregor. O lo que es lo mismo, ¡Rob Roy!

Desde luego, aquí hay tema más que para una novela. Para un peliculón.

Nada más por hoy. Mar sin leat, que en gaélico significa adiós.

martes, 14 de julio de 2009

Los vikingos

Clave de lectura: Los vikingos, mito y realidad.
Valoración: Bueno ✮✮✮✩✩
Música: El guerrero número 13, de Jerry Goldsmith ♪♪♪
Portada del libro Los vikingos, de Paddy Griffith.

Los vikingos tienen fama de gamberros, es cierto, pero en nuestro idioma no consta su nombre como insulto, al contrario que el de otros grupos como los vándalos o los cafres.

Y eso que desembarcaron varias veces en las costas astures y gallegas. Lo que pasa es que los aborígenes tampoco eran muy finolis en el trato social precisamente y les quemaban los barcos a la menor ocasión.

Así que siguieron travesía por Portugal, haciendo fonda en Lisboa, y no olvidaron remontar el Guadalquivir para visitar Sevilla y olé.

Más tarde volvieron a subir deprisa, que el califa les pisaba los talones con la factura, y rema que te rema llegaron hasta Pamplona, donde capturaron al rey García I Íñiguez, que tuvo que pagar rescate.

Haciendo un inciso, es inverosímil que se inaugurase así la costumbre de correr delante de los astados, ya que los cascos vikingos en realidad no llevaban cuernos.

Los vikingos, de Paddy Griffith, podría ser un buen comienzo para aprender sobre la vida y milagros de estos visitantes boreales. Se trata de un estudio bien documentado sobre las razones por las que se construyó a su alrededor el mito del pillaje que aún hoy perdura.

La verdad se encuentra, como suele ocurrir, en algún punto intermedio. En una época donde el fuego y la espada decidían las relaciones internacionales —¿qué época no ha sido así, por otra parte?—, las correrías en busca de botín terminaron eclipsando otros aspectos como los viajes de exploración transatlántica o el comercio que, gracias a ellos, unió el norte de Europa con la lejana Bizancio. Y aún más allá.

En fin, os dejo, que he puesto hidromiel a fermentar y tengo que ir a echarle un vistazo al barril antes de que llegue cualquier berserker sediento y se lo beba.


viernes, 10 de julio de 2009

El último encuentro

Clave de lectura: Cuarenta y un años y cuarenta y tres días de espera para este momento.
Valoración: Extraordinario ✮✮✮✮✮
Música: Gran Fuga, de Ludwig van Beethoven ♪♪♪
Portada del libro El último encuentro, de Sándor Márai.

Capacidad para no olvidar, para vivir con imágenes de hace tiempo muy frescas en la memoria: en ello se basa la existencia del general.

Durante cuarenta y un años y cuarenta y tres días, las jornadas pasan en su castillo al pie de los Cárpatos sin más contacto que el de los sirvientes y su ya nonagenaria niñera, hasta que una mañana recibe una carta.

En ella se anuncia la próxima llegada de Konrád, un camarada de juventud. El general da las instrucciones precisas para alojarlo con la mayor distinción. Siempre ha estado esperándole, desea mantener una entrevista cara a cara con la verdad, en lo que para ambos podría suponer El último encuentro.

El renacimiento artístico de Sándor Márai tuvo que producirse tras su muerte, después de que le fueran negadas tantas cosas, incluyendo la residencia en su añorada Hungría. Y aunque él ya no pudiera disfrutarlo, su legado quedó intacto para nosotros.

Este libro es una de sus joyas. Dos hombres, dos oficiales del imperio, un mundo que daba sus últimos estertores cuando parecía más brillante que nunca... y una mujer, Krisztina.

Desde el momento en que el general y su exiliado amigo hacen resurgir el pasado, la niñez, la adolescencia, el tiempo de los grandes descubrimientos, la incorporación a las responsabilidades adultas, desde el momento en que comienzan a rememorar todo lo que los unía y aquello que los separó, la magia nos circunda y nos empuja a una única reflexión:

¿Pero cómo se puede escribir tan bien?


lunes, 6 de julio de 2009

Tocarnos la cara

Clave de lectura: ¿Llegamos a ser alguna vez quienes queremos ser?
Valoración: De la época buena de Gopegui ✮✮✮✩✩
Música: Pulcinella, de Igor Stravinsky ♪♪♪
Portada del libro Tocarnos la cara, de Belén Gopegui.

Hoy me gustaría hablar sobre un libro de Belén Gopegui: Tocarnos la cara.

Un profesor de teatro convence a cuatro alumnos para montar una obra alternativa, El probador, la representación de un espejo de carne y hueso. Ellos aceptan la propuesta como vía de escape de unas vidas cómodas pero en el fondo insatisfechas.

Poco a poco se van hilvanando sus existencias individuales, los sueños de juventud frustrados, los esfuerzos baldíos, la angustia no confesada de tener que conducirse día a día de manera diferente a como su propio ser les grita, dentro de una sociedad que no permite a sus miembros salirse del papel.

Todo confluye al fin en el proyecto teatral, que se convierte así en el clavo al que se agarran. Y cuando fracase, tendrán que volver a empezar.

En las primeras novelas de Gopegui la penetración psicológica, el yo interior de los personajes, presenta una rica paleta de matices. Por desgracia, a partir de un punto perdió el norte y le empezaron a salir panfletos de un valor ínfimo.

Menos mal que este título pertenece al grupo inicial...


jueves, 2 de julio de 2009

Homo Faber

Clave de lectura: ¿Puede ser la vida tan lógica como un cálculo de ingeniería?
Valoración: Un gran clásico ✮✮✮✮✮
Música: Passacaglia, de Arvo Pärt ♪♪♪
Portada del libro Homo Faber, de Max Frisch.

El protagonista de Homo Faber, de Max Frisch, viaja en un avión que se avería y ha de realizar un aterrizaje forzoso en el desierto.

Walter Faber es una persona absolutamente racionalista, un ingeniero para quien no cuentan las emociones. De manera que, en vez de angustiarse por su suerte, se limita a jugar al ajedrez a la sombra del aparato mientras espera la llegada del equipo de rescate. Y allí traba relación con su vecino de asiento, que resulta ser hermano de un amigo de juventud.

En aquella época, la novia de Faber, embarazada, se había negado a casarse con él debido a su fría reacción cuando le comunicó la noticia. Por el contrario, terminó casándose con el amigo. Tras volver sano y salvo decide visitarle, sólo para encontrarse con su reciente suicidio.

Más tarde conoce a una atrayente joven, a quien propone acompañar hasta Grecia, donde vive su madre. Algo le está ocurriendo, algo que no acierta a explicarse. A pesar de la diferencia de edad, incluso piensa en el matrimonio. Y, por azares del destino, la madre resulta ser esa antigua novia.

¿De verdad ha tenido su vida hasta ese momento la lógica mecánica y acerada que él tanto adora? ¿Va a tenerla en el futuro? De forma resumida, hasta aquí puedo contar.

Id corriendo a leerlo.