lunes, 27 de abril de 2009

Platón y un ornitorrinco entran en un bar...

Clave de lectura: Acercamiento humorístico a la filosofía.
Valoración: Se agracece ✮✮✮✮✩
Música: Dilema de amor, de Les Luthiers ♪♪♪
Portada del libro Platón y un ornitorrinco entran en un bar, de Thomas Cathcart y Daniel Klein.

Thomas Cathcart y Daniel Klein son los autores de Platón y un ornitorrinco entran en un bar..., que lleva por subtítulo La filosofía explicada con humor.

La filosofía es un campo que por desgracia mucha gente considera con actitud ambivalente, entre el respeto receloso y la displicencia.

Los guardianes de sus arcanos hablan en un lenguaje rarísimo, escriben de cosas rarísimas y se sitúan en el furgón de cola de las profesiones más prestigiosas: médico, arquitecto, ingeniero, futbolista...

Por eso, la idea de partida del libro es muy buena. Y también el resultado.

No es que los «chistes» sean de los que uno estalla en carcajadas incontenibles, pero quien sea capaz de hacerlo mejor para explicar los postulados de la metafísica, la lógica, la epistemología, la ética, la filosofía de la religión, el existencialismo, la filosofía del lenguaje, la filosofía social y política, la relatividad y la metafilosofía, que son los capítulos en los que se divide esta obra, que tire la primera piedra.
Tres mujeres están en los vestuarios de una pista de squash, cambiándose para jugar, cuando entra un hombre que sólo lleva una bolsa en la cabeza.
—Mi marido no es —dice la primera mujer después de mirarle el pito.
—No, no es tu marido —afirma la segunda.
—Ni siquiera es miembro de este club —asegura la tercera.
Así se ilustra, por ejemplo, el triunfo del empirismo en la epistemología occidental.

Hala, leedlo.


miércoles, 22 de abril de 2009

Libro de las invasiones de Irlanda

Clave de lectura: Los irlandeses son gallegos… entre otros que desembarcaron por allí.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: Alborada de Veiga & Muiñeira de Chantada, de Carlos Núñez y The Chieftains ♪♪♪
Portada del libro Lebor Gabála Érenn o Libro de las invasiones de Irlanda.

Según el Lebor Gabála Érenn o Libro de las invasiones de Irlanda, redactado por monjes anónimos del siglo XI, hubo en tiempos remotos un rey en Galicia descendiente de faraones. Su nombre era Breogán.

Y allá por Brigantia mandó construir una torre desde la que Ith, su hijo, pudo otear una línea sobre el horizonte: la verde costa de Erín.

Aunque me estoy adelantado un poco a los acontecimientos: esta parte ocurre ya avanzadas las páginas del manuscrito. Antes de llegar a ella sabremos de la fundación del país por Cesair, una nieta de Noé a quien, lejos del arca en el momento del diluvio, le fue breve la aventura.

También se narra la arribada de Partholon desde Grecia —y la subsiguiente invención de la cerveza—, así como la primera contienda en su suelo contra una persistente raza de monstruos, los fomorianos.

Más tarde aparecen los nemedianos, procedentes de Escitia, los Fir Bolg y los Tuatha Dé Danánn. Unos dejan paso a otros.

Volviendo al episodio de Ith, el príncipe aparejó su nave para ir a echar un vistazo, pero los caudillos Mac Cuill, Mac Cécht y Mac Gréine se mostraron reticentes a la visita y lo alancearon.

Al tener noticia del suceso, los milesios, vástagos de Mil de España, sobrino del infortunado explorador —no nos perdamos en el árbol genealógico—, pusieron proa al ocaso con ánimo de venganza. Sesenta y cinco velas capitaneadas por el indómito Donn.

En vista de su combatividad, los tres Mac concertaron con los invasores una tregua: la flota se retiraría a una distancia de nueve olas mientras ellos movilizaban a todos sus guerreros para que la lucha fuese justa.

Ah, pero los hechiceros de los Tuatha Dé Danánn aprovecharon arteramente para conjurar una tempestad que impidiera el nuevo desembarco. Furia oceánica, rayos incendiarios, rugir del cielo…

Los milesios las pasaron canutas, continúa el relato. Sin embargo, para los asuntos mágicos contaban con su propio druida, un tal Aimirgin, que pronunció el contraconjuro y calmó a los irascibles elementos.

En consecuencia, pusieron otra vez pie en tierra y conquistaron la isla, que se repartieron equitativamente.

Y así es como todo ocurrió. Está negro sobre blanco, aunque se haya difuminado en la bruma atlántica de la historia. ¡Anda que no eran sabios ni nada estos monjes medievales!


miércoles, 15 de abril de 2009

Los hombres que no amaban a las mujeres

Clave de lectura: Un gran éxito de la novela negra escandinava.
Valoración: Ni sí ni no ✮✮✮✩✩
Música: You Are Beautiful, de James Blunt ♪♪♪
Portada del libro Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson.

Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson, no es una mala novela. Nótese el matiz: no defiendo que sea buena, sino que no es mala.

Dicho lo cual, tampoco alcanzo a entender la fiebre desatada a su alrededor, así que seré muy breve en el comentario.

Como puntos fuertes, la trama es sólida y los personajes resultan creíbles, tanto en sus aspectos psicológicos como en sus actos.

Destacaría que el autor no deja títere con cabeza en la denuncia de aspectos poco publicitados de la, en apariencia idílica, sociedad del bienestar nórdica, como la violencia machista o los tejemanejes empresariales.

Y es innegable que mantiene la atención... Al menos, desde la página ciento cincuenta, que es cuando suceden cosas.

Esto último lo apunto en el debe, ya que el ritmo se ve perjudicado para mi gusto. Además, los protagonistas suelen tener demasiada suerte, convirtiendo sospechas poco claras en útiles pistas para resolver el misterio en que se ven envueltos y, sobre todo, el final no sé si está muy logrado, la verdad.

Recomendada ma non troppo.


viernes, 3 de abril de 2009

Relato soñado

Clave de lectura: ¿Qué caras de la pareja se esconden tras los antifaces?
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: Suite de jazz nº 2 (Vals), de Dimitri Shostakovich ♪♪♪
Portada del libro Relato soñado, de Arthur Schnitzler.

Arthur Schnitzler sitúa los carnavales como fondo panorámico de su novela Relato soñado.

Fridolin y Albertine, feliz pareja vienesa, han estado en un baile de disfraces, y entre ostras, champán y desconocidos insinuándose tras el anonimato del antifaz, la vuelta a casa acaba en pasión arrebatadora.

Llegado el momento de las confidencias, se cuentan fantasías que cada uno ha tenido con terceros, como ese apuesto joven o la bañista con quienes se cruzaron brevemente durante unas vacaciones.

Tonterías, simples escarceos oníricos que deberían ser motivo para la sonrisa cómplice, pero que se convierten en una punzante sombra sobre su estabilidad marital.

A partir de entonces, con las fronteras entre la ensoñación y la vigilia completamente desdibujadas, Fridolin se arriesga de forma impensada en encuentros con diversas mujeres, que nunca pasan del estado de las palabras, las dudas y los deseos soterrados.

Hasta que un antiguo compañero de facultad le proporciona la contraseña para entrar en determinada casa donde le han contratado para tocar el piano con una venda sobre los ojos.

Allí se celebra una fiesta especial para unos cuantos elegidos, ocultos de nuevo bajo las máscaras. En caso de ser descubierta su intrusión, tendría serias consecuencias, pero se siente incapaz de escapar cuando aún está a tiempo, porque... allí la conoce a ella. A ella...

Bien, al principio puede parecer poco consistente que los sueños confesados por cada protagonista desencadenen esa extraña fiebre en Fridolin, pero acabamos creyéndolo y siguiendo sus andanzas con verdadera ansia, hasta un final que, evidentemente, no se trata de desvelar aquí.

Estupendo libro.